sábado, 28 de diciembre de 2013

REGRESO AL PASADO

por Victor Maldonado C. 
Publicado en Runrunes l
Sábado 28 de Diciembre de 2013 
Los Centros Comerciales se han convertido en las nuevas plazas de las ciudades venezolanas. Desde aquel lejano 1978 cuando Caracas se vio sorprendida por el CCT, aquella mole inmensa y llena de oportunidades, hasta el presente, lo que ha ocurrido es un cambio social de singular importancia. Un país que tímidamente se asomaba a la modernidad se dio cuenta que así como desaparecían o perdían significación relativa algunos espacios, otros inéditos surgían con una fuerza sorprendente. La gente comenzó a concurrir y a hacer vital lo que en un principio fue un concepto y la aventura riesgosa de un puñado de promotores inmobiliarios.
El cambio fue progresivo hasta cambiar el perfil de la ciudad y de la forma de hacer comercio. Hoy por hoy los Centros Comerciales son espacios para la convocatoria ciudadana, plural y democrática. Déjenme explicarles qué significa eso. Ningún venezolano siente que le exigen alguna condición para tener acceso. Todo lo contrario, por eso son las nuevas plazas de las ciudades, porque allí se comparten los espacios públicos sin sectarismos, sin exclusión, sin alusiones a la división, y con un respeto por la diversidad que está por encima de los promedios nacionales. Pero hay algo más. También la seguridad ciudadana que se vive en estos Centros Comerciales está por encima del promedio. La gente va porque se siente segura, y porque tiene acceso a un conjunto de servicios que se otorgan con calidad, limpieza y dedicación. Son las nuevas plazas porque ellas congregan todas las clases y condiciones sociales, sin requisitos, y siendo cuidados todos y cada uno de los que allí concurren.
¿A qué va un ciudadano a un Centro Comercial? La respuesta a esta pregunta tiene que ver con la característica más crucial del sistema de mercado como co-ordenador social. Van a resolver problemas y a pasear. El 14% va de visita y el restante 86% hace algún tipo de actividad: compran, se divierten, resuelven trámites bancarios, solucionan temas de telecomunicaciones, van a la peluquería, o simplemente usan ese escenario para intentar la aventura del romance. Todo es válido. El 46% compra allí alimentos y bebidas. 32% adquiere su ropa y calzados. 18% va al supermercado y un 13% usa los cines o va a los restaurantes. ¿Qué hay de malo en eso?
Lo cierto es que este “hecho social” representa el 50,5% de las compras de los venezolanos. Precisamente porque se ha logrado esa mezcla de sitio seguro, diverso, cercanía y libre acceso que caracteriza a los centros comerciales. De más está decir que a la gente le gusta. El 78% lo califica como bueno y muy bueno. De hecho es la tercera opción luego de las visitas a las familias y las diligencias especialmente focalizadas.
Eso que disfrutan y valoran tanto los venezolanos tiene un costo de mantenimiento, que por cierto no pagan los clientes sino los comercios localizadas allí. Los Centros Comerciales son grandes empresas de servicio donde el mantenimiento de las instalaciones, las exigencias de la seguridad y el disfrute de instalaciones modernas y limpias se conjugan con el esfuerzo sistemático de hacerlos permanentemente atractivos mediante la presentación de espectáculos y oportunidades que van desde la celebración de bodas comunitarias, tardes culturales, desfiles de moda, presentación de espectáculos como el futbol mundial o las olimpíadas y eso que aprecian tanto los ciudadanos, los domingos de fitness. Son las nuevas plazas y estas actividades son como las viejas retretas de antaño, el atractivo principal para concurrir y apreciar esos espacios.
El costo de mantenimiento de un Centro Comercial promedia los 200 Bs. por metro cuadrado, inversión que garantiza esa extensión en el servicio que va hasta tarde la noche y que se mantiene los fines de semana y feriados. Pero además es un inmenso esfuerzo organizacional de coordinación y disciplina para que los paseantes disfruten de una amplia oferta donde hay de todo, o casi todo. Hablemos de mantenimiento: significa limpieza, reposición de lo que se va desgastando, baños y servicios sanitarios de calidad, iluminación y aire acondicionado, ascensores y escaleras mecánicas, eventos y exposiciones y seguridad.
Todo esto está en peligro. El gobierno dictó una medida temporal que regula el costo de los alquileres de locales y del condominio que hace inviable el mantenimiento de estas “nuevas plazas”. Y amenaza con sacar un decreto ley que las va a llevar a la quiebra. ¿Tiene esto sentido? ¿Tiene sentido acabar con 1500 Centros Comerciales que agrupan 90 mil negocios? ¿Tiene sentido acabar con 360 mil empleos directos? ¿Tiene sentido volver al pasado, retroceder 35 años de modernización comercial? ¿Tiene sentido acabar con la trayectoria ascendente de muchos comerciantes que comenzaron siendo buhoneros informales y ahora son empresarios establecidos que pagan impuestos y producen bienestar? ¿Tiene sentido paralizar el desarrollo de ciudades y regiones? Y por último ¿cuál es la alternativa? El gobierno debería responde con responsabilidad a cada una de esas preguntas e interrogarse adicionalmente si las medidas que está tomando provocan más males que bienes o más bienes que males. Y sobre la base de esa reflexión y frente al país, rectificar, que dicen es cosa de sabios.

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